lunes, 23 de noviembre de 2015

LA ESTAFA

“Importante empresa solicita por expansión auxiliar administrativo, 2600 semanales”

Definitivamente esta fue la frase que me enganchó, la leí en la sección de empleos en uno de los periódicos que se encontraban en mi casa. Al día siguiente, sin verificar la existencia de la empresa, salí muy temprano y me presente a entrevista.

Me puse mi traje gris; sí, ese que ocupo para casi todos los eventos importantes, lustré mis zapatos y escogí una de mis mejores corbatas, ya que dicen que la primera imagen es la que cuenta. Cabe señalar que en mi condición de recién egresado no hay muchas ofertas de empleo, así que no se pueden dejar pasar las oportunidades. 

Llegue muy temprano a las oficinas donde era la cita y para mi sorpresa noté que había una cantidad enorme de personas haciendo fila; me llamó mucho la atención que todos iban para el mismo puesto; imaginé que era una empresa grande y por eso solicitaban tanto personal. 

Ya en el interior y después de esperar casi una hora bajo el rayo del sol, ingresamos a un auditorio en el que había mucha más gente esperando; para compensar el tiempo, nos ofrecieron jugo de naranja y galletas; además, en una pantalla gigante se proyectaba la película “En busca de la felicidad”.

Después de un largo rato logré entrar a la tan ansiada entrevista, no me pidieron mis documentos y solo se limitaron a hablar sobre su compañía, y mis ganas de integrarme a una de las mejores empresas del país. La persona que me cuestionaba tenía todo menos facha de reclutador, su camisa, su traje y su corbata decían otra cosa; además mostraba un tono egocéntrico, me preguntó si tenía tiempo para quedarme a las evaluaciones, no sin antes advertirme que si accedía por ninguna razón podía abandonar la sala. 

Decidí quedarme con tal de obtener el empleo y cuando iniciaron las “evaluaciones”, lo primero que nos dijeron, era que estábamos apunto de entrar a trabajar a una gran corporación, nos mostraron fotografías de casos de éxito. Más de uno se emocionó al ver los carros último modelo y los viajes en yate de las personas que empezaron desde abajo y que ahora eran gerentes o socios. 

Después de la plática motivacional, entramos en grupo a realizar las pruebas, para este momento ya pasaba del mediodía y de nueva cuenta nos advirtieron que las personas que no pasaran los exámenes no serían contratadas. Nos entregaron una hoja con 60 preguntas, las primeras quince eran datos personales, las siguientes 40 fueron del tipo ¿estoy capacitado para realizar este trabajo? y las últimas cinco tenían que ver con aspectos de la vida cotidiana. Bastante fácil, pensé, y me dispuse a completar la evaluación. 

Al terminar, uno a uno nos fueron llamando para darnos el resultado; lamentablemente la mitad del grupo no acreditó la prueba, “es una lástima” mencionó el encargado y amablemente les pidió que se retiraran del salón; alrededor de 15 personas permanecimos en el lugar, fuimos felicitados y nos entregaron un comprobante con el que tendríamos que asistir al siguiente día a un seminario de estrategias de integración, así como cupones para acudir a una plática de superación personal. 

¿Y el empleo? ¿En qué momento voy a firmar el contrato? Le pregunté al supuesto reclutador y nuevamente me comentó que no debía preocuparme, que ellos ya tenían mis datos y que harían el trámite correspondiente. 

¿Pero si nunca les entregué mis documentos, cómo realizarían el trámite? Ya eran más de las dos de la tarde, mi estómago empezaba a sentir los estragos de no haber desayunado bien. El tiempo pasaba y el proceso de selección seguía, ahora nos encontrábamos en una sala donde nos dieron la bienvenida a la organización, nos entregaron más documentos, los cuales debíamos firmar. Si alguien tenía alguna duda tenía que esperar al final de la plática para que alguien se la aclarara. 

Las horas transcurrieron, ya no nos volvieron a ofrecer ni jugo, ni galletas; los oradores hablaban y hablaban e implementaban dinámicas de empatía para que no nos aburriéramos. Alrededor de las cuatro de la tarde, nos pidieron una cuota de 50 pesos, con los que se cubrían los gastos de papelería, esa que se nos fue repartiendo a lo largo del día. Además, nos proporcionaron un estuche de muestras de lociones y una hoja con sus respectivos nombres y precios, nos dijeron que como prueba final, teníamos que vender 40 perfumes, pero como los gerentes y ejecutivos de la empresa eran personas que creían en nosotros, solo debíamos vender 10.

Por fin nos dejaron salir de la sala, nos citaron para el siguiente día en el que supuestamente nos entregarían el contrato y nos explicarían las formas de pago. También nos recomendaron llevar el dinero correspondiente a la venta de las 10 lociones, ya que eso nos abriría más puertas.

Salí cansado, aburrido y con mucha hambre; llegue a mi casa y comencé a buscar en la web información sobre la supuesta corporación, en algunos foros encontré casos parecidos al mío, me di cuenta que había caído en las redes de una empresa fraudulenta que se dedicaba a enganchar y engañar a muchas personas ofreciendo un empleo bien pagado y lleno de beneficios. 

El negocio de estas organizaciones es la venta de los perfumes, después de venderlos, la persona entrega sus ganancias para unirse a la compañía, una vez dentro, las actividades básicamente están dirigidas a atraer más gente y hacerlas caer en el mismo engaño. Desafortunadamente no hay suerte para todos ya que las personas que no logran vender las lociones tienen que pagarlas de su propio dinero, situación que se aclara en una de las tantas hojas que se firman el primer día y quien no lo hace queda descartado para la contratación. 

Ya no volví a presentarme en ese lugar, ya había perdido demasiado tiempo, además de los 50 pesos que me pidieron amablemente. Total que son 50 pesos, pude haber perdido más, pero también pude ahorrarme todo este trajín si desde el principio hubiera investigado antes este tipo de “Gran oportunidad de empleo”.

En varias ciudades del país existen empresas fraudulentas que se dedican a estafar a cientos de personas haciéndoles creer que serán contratadas y obtendrán muy buenos beneficios. La mayoría son jóvenes que buscan tener un ingreso para continuar con sus estudios, aunque todo aquel que vea el anuncio puede correr la misma suerte.

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico.





domingo, 15 de noviembre de 2015

FALDA, MEDIAS Y TACONES

Mariana salió muy temprano de su casa rumbo al trabajo; era una mañana de martes como cualquier otra, nada nuevo, más de lo mismo: gente corriendo por las calles para alcanzar el transporte público, niños apurados para llegar a tiempo a la escuela, el ruido ensordecedor de los motores de los autos y el bullicio común y corriente de una gran ciudad.

Fue hasta que cruzó la esquina y se encontró con el señor de la basura, quien la saludo muy cordial - Buenos días señorita-, cuando ella notó que no sería un día como los demás. Sólo contestó el saludo y siguió su camino.

Al abordar el camión que la llevaría rumbo a la estación del metro más cercano a su domicilio, uno de los pasajeros amablemente se levantó y le ofreció el lugar, un poco extrañada miró a su alrededor y notó que había más mujeres paradas, incluso señoras de la tercera edad, pero a ninguna les habían cedido el lugar; sin darle mucha importancia tomó el asiento, sacó su libro y comenzó con su lectura matutina.

Cuando llegó al metro; antes de descender de la unidad donde viajaba, el chofer le deseo un buen día, solo a ella –Que tenga buen día, señorita-. Ya en el interior de la estación Observatorio, el policía que todos los días cuida el acceso restringido para mujeres y que nunca se había mostrado amable, también la saludó. Mariana comenzó a sospechar que algo pasaba, pero hasta ese momento no sabía qué era. 

Al llegar a su trabajo de nuevo notó algo extraño, algunos de sus compañeros la saludaron de un modo distinto y otros que nunca la saludaban, esta vez lo hicieron; incluso su jefe fue más amable de lo habitual.

Todo era muy raro, Mariana no sabía por qué ese cambio tan repentino en los hombres. Cuando salió del trabajo rumbo a su casa, se percató que las miradas, los saludos y muestras de atención continuaban; para acabar el día uno de los choferes le ofreció el lugar del copiloto, además de invitarla a subir a la unidad antes que las personas que estaban formadas antes que ella.

En ese momento lo entendió y pensó: Una falda corta (más no minifalda), unas medias negras (sin ser transparentes) y unas zapatillas, cambiaron la imagen que los varones, aún sin conocerla, tenían de ella. Al llegar a casa le contó a su esposo la travesía y expuso su enojo. 

Ustedes son muy visuales, les gusta ver a las mujeres, sean solteras o casadas, delgadas o llenitas, para los hombres lo importante es observarlas; caminar, subir y bajar del transporte, sentarse y levantarse. 

Pero lo que no saben es que a nosotras no nos halaga que nos cedan el asiento, o que nos vean el trasero o las piernas, y que nunca le voy a hacer la plática al chofer por dejarme subir antes que los demás.

Aun cuando mi día fue diferente gracias al poder que tiene en los varones una falda, unas medias y unas zapatillas, no voy a dejar de usarlas, me voy a vestir como se me dé la gana, aunque para ellos hoy haya sido una Mariana distinta, tal vez más bonita. Pero mañana mejor me llevo pantalón al trabajo.

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico.




lunes, 2 de noviembre de 2015

LA ETERNA BATALLA ENTRE EL BIEN Y EL MAL

Al caer la noche, en las afueras de la Arena México, las calles de Dr. Lavista y Dr. Lucio se llenan de puestos ambulantes donde se vende todo lo relacionado con el pancracio mexicano. Los aficionados a la lucha libre se dan cita para presenciar la eterna pelea entre el bien y el mal sobre una tarima de 6x6, también llamada cuadrilátero.

La batalla cabe dentro de doce cuerdas; rudos y técnicos hacen su aparición entre luces y música, con sus trajes y máscaras llenas de colores, se disponen a pelear sobre el entarimado del templo sagrado de la lucha libre: la Arena México, así llamada por los comentaristas especializados.

Cuando las luces se apagan comienza la guerra entre buenos y malos; los Rudos emplean todas y cada una de sus artimañas para salir con la victoria, recurren al piquete de ojos, mordidas y golpes bajos. Los Técnicos por el contrario, hacen gala de las llaves y las contrallaves, de vuelos espectaculares y lances desde lo más alto.

Los asistentes entran en su rol, vitorean o abuchean según sea el caso, algunos tal vez recuerdan en ese luchador Rudo a su jefe que le pide que se quede más tiempo en la oficina, o ese que le descontó el día completo por haber llegado cinco minutos tarde; o a la suegra con la que nunca se ha llevado bien. Entonces ocurre lo inimaginable, los gritos se hacen cada vez más fuertes, los recordatorios maternos y los insultos hacia éstos son más constantes y ensordecedores. Total, no son ni sus jefes, ni sus suegras; por lo que los alaridos, ofensas e improperios suenan y hacen eco dentro del recinto.

Los del bando de los Rudos no se inmutan, para ellos cada grito, cada mentada, cada mala palabra o cada expresión de rechazo los vuelve más fuertes; es como si el menosprecio del público los reconfortase y los hiciera felices. Así que con más fuerza, más ganas y con todas las trampas que conocen, castigan a los Técnicos.

Hombres y mujeres de todas las edades se dan cita para presenciar esta guerra; cubren sus rostros con las máscaras de sus ídolos; algunos portan con singular alegría playeras alusivas a su personaje favorito; por los pasillos de la arena circulan vendedores que ofrecen botana, refrescos y tortas, así como las tradicionales chelas, esas que no pueden faltar para que el espectador se anime a gritar.

De pronto el público enmudece, uno de los luchadores se suspende en el aire como si fuera un ave en vuelo, realiza un lance hacia afuera del ring y para hacerlo más emocionante lo ejecuta de espaldas; por unos minutos el hombre ha volado, despegó de la tierra y tuvo el privilegio de sentir la libertad. Los aplausos no se hacen esperar, con gritos y chiflidos se reconoce el valor de ese guerrero.

Sobre el terreno sagrado del ring, por donde han desfilado un sin fin de hombres y mujeres que se hicieron ídolos del pancracio nacional con y sin máscara se observa de todo, pero sin duda las llaves y contrallaves es lo que la afición espera ver.

En la Arena México, se han llevado a cabo grandes batallas épicas, donde muchos gladiadores dejan sangre, sudor y lágrimas para obtener el reconocimiento del monstruo de mil cabezas, ese que puede hacer de un hombre un ídolo o dejarlo en el anonimato.

Cuando todo termina el aficionado se retira de la arena, contento y libre de estrés, cargado de energía; pues la furia contenida tras una semana larga de trabajo se queda ahí dentro, atrapada en cuatro paredes. Por ese día la batalla terminó, pero no para siempre; pues ésta continuará mientras exista la lucha libre mexicana, la mejor de todas.

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico.