viernes, 9 de diciembre de 2016

PALABRAS QUE QUIEREN SER ESCUCHADAS

Las historias urbanas se desarrollan en el lugar que menos lo esperas, solo es cuestión de poner mucha atención a nuestro alrededor para poder ser parte de una de ellas; en mi caso el peregrinar diario por la Ciudad de México me permite encontrarme con historias que vale la pena ser contadas.

Ante la ya rebasada capacidad del Sistema de Transporte Colectivo Metro de nuestra bella capital, las autoridades han implementado operativos de dosificación, los cuales se aplican principalmente en horas pico, en las principales estaciones, ya sea terminales o transbordos. 

Como todos los días mi camino hacia mi trabajo me lleva a la estación Pantitlán de la línea 1, en ésta están colocados estratégicamente tres retenes para dosificar a los cientos de ciudadanos que día con día utilizan este transporte para llegar a sus destinos.

Eran aproximadamente las 7:10 de la mañana, a toda prisa, cientos de personas cruzan el paradero de un lado a otro, unos como yo corrimos con la "mala suerte", por así llamarlo, de quedar atrapados en uno de los retenes, haciéndonos a la idea de que llegaríamos un poco más tarde de lo habitual a nuestros destinos. A mi alrededor había muchas personas y mientras pasaban los minutos más y más gente llegaba al lugar, de pronto un hombre que se encontraba hasta el otro extremo comenzó a hablar.

Hermanos buenos días, alzó la voz y continuó, hoy les pido por favor que agradezcan a Dios el haber despertado, si bien todos tenemos problemas, todos tenemos necesidades, pero al menos tenemos la vida, uno de los más preciados regalos que el creador nos otorgó. 

Miré con mayor atención al hombre, tenía unos 50 años aproximadamente, llevaba puesto un pantalón de mezclilla y una chamarra oscura, gorra y una mochila en su espalda, los zapatos llenos de tierra, seguramente se dedicaba a la construcción, en una de sus manos llevaba su biblia y en la otra un rosario.

El hombre continuó hablando, hermanos les pido que por favor hoy valoren todo lo que tienen, que miren a sus esposas, hijos o a sus amigos y les digan cuánto los aprecian porque no saben si mañana podrán hacerlo, sean agradecidos con todo lo que tienen y lo que los rodea, no valoren cosas que no tienen importancia.

Muchas personas lo ignoraban, otros más lo miraban de reojo mientras esperaban a que abrieran las rejas para continuar con su camino. El hombre tomó su biblia y comenzó a leer un versículo, no recuerdo exactamente cuál fue, pero cuando terminó de leer, y justo antes de que abrieran las rejas algunos de los usuarios contestaron el gesto, con un solemne Amén.

Bueno hermanos, les agradezco haberme escuchado, que tengan un buen día y que Dios los bendiga, concluyó el señor; la multitud comenzó a avanzar, cada uno con un rumbo diferente, su palabras hicieron eco en mí y me la pasé pensando en lo que dijo por unos días; lamentablemente, dos días después una ex compañera y amiga de la universidad murió en un accidente automovilístico, recordé entonces lo que había dicho aquel hombre. 

Tal vez debido a la alta ola de inseguridad que se vive en las calles capitalinas es común que existan estos ministros urbanos encargados de llevar un mensaje de paz y armonía a los cientos de ciudadanos que día con día salen de sus casas pero no saben si regresarán.

Así que si un día escuchan que alguien comienza a hablar de la palabra de Dios, no les cuesta nada poner atención, escuchar, sea cual sea su religión, a veces esas parábolas describen cosas o pajes de nuestras vidas que sin duda, nos hacen reflexionar.

Por mi parte no pienso perder ni un segundo en abrazar, llamar por teléfono, hacer una visita, saludar y despedirme de mis seres queridos, compañeros de trabajo, etcétera. No nos quita nada decir buenos días, hasta luego, por favor, gracias o perdón, porque luego puede ser demasiado tarde. 

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico elbone089@gmail.com