domingo, 23 de abril de 2017

UN AMIGO EN FACEBOOK... MI PEOR PESADILLA

Un día, cuando regresaba a casa, sentí que alguien me tocó por la espalda: “Soy Fernando”, el de Facebook.

En la actualidad, las redes sociales son parte fundamental de nuestra vida, a diario pasamos horas y horas en ellas, ya sea en el trabajo, en la escuela, en la casa, por diversión o simplemente por ocio; sin embargo en ocasiones olvidamos que pueden ser un peligro si no sabemos usarlas con prudencia.

Gina, es una chica del Estado de México, soltera, tiene dos hijos y como miles de personas, cuenta con redes sociales, se relaciona fácilmente y es común que te acepte en Facebook si le envías una solicitud de amistad.

Un día recibió la invitación de un usuario llamado Fernando, Gina lo aceptó sin dar mayor importancia; más tarde encontró un mensaje en el cual él le agradecía el add y le preguntaba si no lo recordaba. Gina le siguió el juego, hablaron por unos días, su nuevo amigo le aseguraba que habían ido en la misma primaria, que tal vez ella no lo recordaba, pero él sí. 

Los días pasaron y Fernando se volvió cada vez más exigente, le mandaba mensajes preguntando su ubicación, con quién estaba y en ocasiones la invitaba a salir. Ella comenzó a notar que su supuesto amigo pasaba mucho tiempo conectado, pues a todas horas le enviaba mensajes.

Los días pasaron y la actitud de Fernando en ocasiones era normal, pero estaba al pendiente de todo lo que Gina hacía: en todas sus fotografías comentaba, le daba me gusta, agregaba a la mayoría de sus amigos e incluso entablaba conversaciones con ellos; algunos, incluso, le preguntaban quién era ese tal Fernando que no dejaba de escribirles y hacer preguntas sobre la vida de ella. Gina sólo lo tomaba como un simple contacto de Facebook que podía borrar o bloquear si se salía de control.

“Sabes, me encantas, quisiera conocerte en persona, me dejas invitarte a comer”, este era uno de las tantos mensajes que recibió de su supuesto amigo. Ella no aceptaba, pero su contacto de Facebook no cedía, así que siguió insistiendo.

Un día, Gina se cansó de este tipo de comentarios y decidió bloquearlo —además de denunciarlo por spam—; sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando recibió otro inbox de Fernando, quien había creado otra cuenta de para seguirle la pista.

¿Por qué me bloqueaste?, ¿ya no me quieres?, ¿ya no quieres ser mi amiga? Escribía Fernando, y por un mucho tiempo la molestó de esa manera, hasta que fue nuevamente bloqueado por Gina.

Pasaron algunos días sin saber nada de su amigo inoportuno; a tal grado que llegó a pensar que por fin se había librado de él, así que siguió con su vida normal, pero una tarde, cuando regresaba del trabajo, justo afuera de la estación del metro Boulevard Puerto Aéreo, una camioneta se paró frente a ella y descendió un hombre que le tocó el hombro y la llamó por su nombre.

—Me quedé pensando por un momento quién era ese sujeto, pues nunca lo había visto, era gordo y muy feo, además era muy alto— me cuenta Gina.


“Soy Fernando el de Facebook, no tengas miedo no te voy a hacer nada, yo te quiero bien, sé que eres madre soltera, yo puedo mantenerte a ti y a tus hijos“, fue lo que le dijo aquel hombre a la mujer que tenía de frente.

—No sabía qué hacer, estaba sorprendida, tenía miedo de que me quisiera subir a la camioneta, así que retrocedí intentando alejarme de él. Le pregunté que cómo me había encontrado, cómo sabía mi ruta diaria… No lo podía creer, esto ya se había salido de control ya no sólo era por redes sociales. Me dijo que me iba a regalar una camioneta y si yo quería me ponía una casa a mi nombre—, comenta Gina, quien al recordar la experiencia, se altera.

Ella estaba muy nerviosa, le respondió que no estaba interesada y le pedía de favor que la dejara de acosar, que no la buscara más, ella dio un paso intentando irse del lugar, pero el tipo se paró frente a ella y le bloqueó el paso.

“Estas muy joven para andar sufriendo, eres muy bonita yo te quiero bien, no tienes de qué preocuparte, si quieres puedes abrir una cuenta en Coppel y yo te deposito mensualmente, te quiero a ti y a tus hijos conmigo, ¿qué talla eres?, he visto ropa muy bonita si quieres vamos a comprarte algo, seguro eres talla 5 o 7, anda vamos”

Gina me enseñó en su celular el perfil de Fernando. Había publicaciones de este tipo con fotografías de ella, en una pude leer, “eres hermosa, me encantaría estar contigo”, o sea que aparte de acosarla se robaba sus fotos, “¿no lo denunciaste?”, le pregunté a quien con tristeza respondió:

“Hice una denuncia con la policía cibernética, pero solo me recomendaron que lo bloqueara; el día que me buscó en el Metro le advertí que no me interesaba y que dejara de seguirme o buscarme, porque lo denunciaría ante las autoridades, aproveché un momento que se distrajo y corrí. En el camino iba muy nerviosa pues este tipo sabía todo de mí. Decidí cambiar mi número de celular, cerré mi perfil de Facebook, cambié mi e-mail, le pedí a mis contactos que no hablaran más con ese tipo, que de ser necesario lo bloquearan, cambié mi ruta al trabajo, publiqué una foto con un amigo que fingió ser mi novio, además de que pensaba irme a vivir a Monterrey. Me di cuenta de que ese hombre usaba dos cuentas más para espiarme, así que las bloquee y abrí un perfil privado.

“Un día recibí un mail en el cual me decía que ya había visto que tenía pareja y que me deseaba mucha felicidad. No he vuelto a saber de él y espero que así sea por siempre, se veía una persona de dinero, según él tenía un lote de autos por la Viga y que además era ingeniero, pero en fin que bueno que todo esto acabó y no pasó a mayores”.

Mientras Gina me contaba su historia, le envié una solicitud desde una cuenta distinta a la mía. Como si la experiencia anterior no le hubiera sido suficiente, la aceptó sin preguntar, más tarde le dije que era yo y que no se preocupara por nada, pero que por favor tuviera más cuidado a la hora de interactuar en las redes sociales pues uno nunca sabe quién está del otro lado de la computadora.

Les recomiendo poner atención al momento de aceptar nuevos “amigos”. Tengan en cuenta la frase del comercial: “Ojo, mucho ojo, y cuéntaselo a quien más confianza le tengas”, y si es posible cuéntamelo a mí.


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