lunes, 25 de enero de 2016

EL QUE NO TRANSA...

Marcelo se levantó más temprano de lo habitual y es que tenía que llevar su auto a verificar, casi no desayunó, salió muy rápido con la finalidad de ser uno de los primeros en llegar al Verificentro.

Acudió a uno de los tantos centros que se encuentran a lo largo de la Ciudad de México y al llegar, se llevó una enorme sorpresa, pues la fila ya era numerosa, miró el reloj y al ver que no era tan tarde pensó que saldría a buena hora para almorzar.

De pronto, una persona se le acercó y le ofreció pasarlo a un sitio más adelante, por la módica cantidad de 50 pesos. “Si quiere güero lo pongo entre los primeros 10, nomás es cosa de que usted quiera y ya está”. Marcelo pensó que no era mala idea, pero no quería ser como todos los demás que no respetan, así que decidió ahorrarse su dinero y esperar su turno.

Por lo menos seis o siete hombres si ‘cooperaron’ y fueron acomodados casi en la entrada del Verificentro, algunas personas intentaron protestar con los encargados, alegaban que había quienes se estaban saltando los lugares, se quejaban, gritaban, pero fueron ignorados.

Pasaron algunas horas y la gente llegaba y llegaba, la hilera de vehículos era cada vez más larga, muchos prefirieron aportar sus 50 pesos para salir más rápido, eso sí todos con papel en mano y una sonrisa en la cara. 

Marcelo comenzaba a impacientarse al ver la enorme fila detrás suyo, para él no era justo haber madrugado y no poder salir de ese engorroso asunto. Dos horas más tarde, su estómago se quejaba del poco alimento que había consumido por la mañana, una señora pasó por ahí ofreciendo tortas de a 10 pesos, así que su hambre fue calmada con una de jamón y queso; además, ya solo faltaban tres autos para que llegara su turno.

Algo pasaba en el interior del Verificentro, muchos vehículos eran rechazados al no cumplir con las características necesarias para obtener un holograma. “¿Cómo está jefe, trae todos sus documentos?”, fueron las palabras de un hombre de playera blanca con logotipos del lugar, que se le acercó a Marcelo haciendo plática.

“Yo creo que ya no alcanzó a entrar joven, además su carro no va a pasar, le están dando prioridad a los modelos nuevos y el suyo no es muy reciente que digamos, si corre con suerte le darán el holograma 2. Mire, yo le puedo conseguir un turno más próximo o si se mocha ‘bien’ hasta le puedo traer el holograma 1, además no tiene que meter el carro ¡eh!, ¿qué le parece?, usted nomás diga y ya vemos cómo nos arreglamos”.

Marcelo miró la larga fila, observó el movimiento dentro del lugar, vio la cara de frustración de los que eran rechazados. La oferta era tentadora, pero no se animó, así que resignado de haber perdido el día, encendió su vehículo y se marchó. En la contra esquina del Verificentro, un grupo de automovilistas platicaban y hacían intercambios de papeles, para no quedarse con la duda, bajó de su carro y fue a ver de qué se trataba.

El hombre que minutos antes le había ofrecido grandes beneficios, entregaba hologramas al por mayor. El proceso era sencillo, solo tenía que pasar a la caja, pagar el ‘brinco’ (mordida), dar 50 pesos para que una persona ‘autorizada’ le pegue la calcomanía en el parabrisas y listo, todo había terminado. 

Después de un momento de duda, Marcelo decidió realizar el trámite con ese sujeto, ya no le importo haberse levantado temprano, medio desayunar, pasar frío, corajes y mucho menos desembolsar una cantidad mayor de dinero, lo importante era obtener el papel con el número 1, pensó que valdría la pena, ya que por lo menos durante el próximo semestre iba a circular dos sábados al mes. Total, una raya más al tigre no le hace daño. 

Así que sin más, hizo lo que el hombre le dijo, realizó su pago, entregó la mochada, y en tan solo unos minutos, su auto ya portaba el tan anhelado Holograma 1; se despidió del hombre con un apretón de manos y una sonrisa y se fue.

En una ciudad tan grande como es la capital del país, todos los días se viven historias como la de Marcelo, en la que se cumple al pie de la letra del dicho: “el que no transa, no avanza”.

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico.






martes, 12 de enero de 2016

VIAJAR EN EL METRO TODA UNA AVENTURA

En una ciudad tan grande como lo es la CDMX, el Sistema de Transporte Colectivo Metro traslada diariamente un promedio de 5.4 millones de personas, haciéndolo el medio de transporte más usado del D.F., con todo y los problemas que lo aquejan.

Los capitalinos, turistas o todo el que pasa por la gran ciudad, en algún momento de nuestras vidas hemos tenido la necesidad de usar el Metro, el cual por tan solo 5 pesos te ofrece la posibilidad de viajar “cómodo y seguro” por las doce líneas que abarcan su extensión.

El viaje comienza con una batalla: la de alcanzar un lugar; hay tanta gente y sobre todo en horas pico, que es casi imposible ir sentado, si bien te va alcanzas a entrar sin que te pisen, empujen o aplasten; los usuarios han desarrollado varias técnicas para sobrevivir dentro del gusano naranja, por ejemplo poner los codos en posición escuadra para abrirse paso y no ser aplastado, recargarse cómodamente en el tubo que se encuentra casi en la entrada, situarse en medio del vagón y ahí seguir todo el camino, pues la mayoría de la gente se aglomera cerca de la puerta, dormir de pie, etcétera. 

Por cada una de las estaciones desfilan un sinfín de personas que entran y salen de los vagones a toda prisa, hombres y mujeres de todas las edades utilizan este medio para desplazarse bajo la superficie de la capital ya sea para dirigirse al trabajo o la escuela. 

En este medio de transporte no pueden faltar los tradicionales “vagoneros” que un día, sin más ni más, aparecieron y se multiplicaron por todas las líneas, quienes te ofrecen diversos artículos, ya sean juegos de mesa, libros, herramientas, dulces, comida, artículos de higiene personal, medicamentos, entre otros, los cuales son vendidos en su mayoría por la módica cantidad de 5 o 10 pesos. 

No pueden faltar aquellos que venden el disco de moda que contiene más de 200 éxitos y en ocasiones toda la discografía completa de algún artista en particular a tan solo 10 pesos; estos personajes cargan en sus espaldas bocinas tan grandes que a ritmo de salsa, cumbia, mariachi o reggaeton hacen vibrar la limosina naranja.

En el metro capitalino todos los días se viven historias distintas propias de una gran urbe, peleas, robos, acoso sexual, muestras de fe y hasta las más tristes como son los suicidios. 

El metro tiene un olor característico que se mezcla dentro de las instalaciones y que se origina de distintas circunstancias como los puestos de comida instalados al interior o a la falta de higiene personal de algunos cristianos. 

La mayoría de los usuarios utilizan los asientos del metro como una extensión de su cama, pues más de uno casi siempre se queda dormido durante el trayecto que los llevará a su destino; también las mujeres improvisan un salón de belleza para aprovechar el tiempo y así durante su viaje terminen de alistarse para llegar perfectamente arregladas al trabajo.

Otro de los aspectos que se deben de considerar al utilizar el metro es salir con anticipación para evitar llegar tarde a tu destino, pues este sistema de transporte es impredecible, por lo regular siempre se ve afectado por factores internos y externos que seguramente te generarán un retraso.

Viajar en metro no es fácil, la cosa es adaptarse y no morir en el intento. 

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca.


Foto: MásporMás

domingo, 3 de enero de 2016

HASTA QUE EL CUERPO AGUANTE

El día que decidí entrar a trabajar en esto fue más por necesidad que por gusto, nunca me había gustado ganar dinero con el sudor de mi frente, estaba acostumbrado a estirar la mano y que mis padres me dieran todo. Así es como Mich comienza a narrar su historia, sentado en una banca mientras se prepara para entrar a la pista de uno de tantos centros nocturnos donde se ofrecen shows solo para mujeres. 

El sexo femenino siempre me ha gustado y con más de una he tenido mis quereres, pero nunca pensé que tendría que vivir de ellas para salir adelante. Fue cuando nació mi hija, que los problemas económicos llegaron a casa y para colmo, en el trabajo que tenía en ese momento, las cosas no andaban bien, el dinero empezó a escasear, así que debía buscar algo más qué hacer, por mí y por mi pequeña. 

Dicen que cuando el hambre entra por la puerta, el amor se va por la ventana y así fue como comenzó todo. Siempre me gustó hacer ejercicio y tenía el divino tesoro de la juventud, así que un día decidí buscar suerte en el mundo de los servicios del placer ocasional. Uno de mis compañeros del gimnasio me invitó a bailar en un show, según me dijo se ganaba bien, pues además de la paga por evento, había oportunidad de ganar más dinero por realizar bailes privados con las clientas.

Llegué al lugar, le eché muchas ganas, puse todo mi esfuerzo y aun así, no me fue bien, ya que el encargado solo le pagó a los que tenían más experiencia y a mí solo me dio 50 pesos. Recuerdo que ese día salí frustrado, enojado, cansado y sin muchos ánimos, pues las cosas no habían resultado como yo esperaba. 

Mientras cuenta su primera experiencia, una chica que ofrece bebidas y bocadillos entra al camerino, el bullicio del exterior se cuela por debajo de la puerta, muchas son las féminas que han abarrotado el lugar y esperan ansiosas la espectacular entrada de Mich.

Los primeros meses fueron difíciles, pues a pesar de que me invitaban a muchos eventos el sueldo no mejoraba, así que tomé una decisión: mejorar en todo, por lo que invertí más tiempo en el gimnasio, comencé a comer mejor y me realicé un cambio de imagen; también empecé a trabajar con stripers de más experiencia y con más tiempo en el negocio. 

Mich hace una pausa y a lo lejos se anuncia el nombre del chico que abrirá la pista, el grito de las mujeres se hace presente, pues todas quieren ver a esos hombres “perfectos” desfilar por la pasarela. 

El tiempo pasó y mi trabajo me fue recomendando, de un momento a otro tenía eventos de lunes a viernes, en lugares dentro y fuera del Distrito Federal; además me metí en el negocio de ser acompañante de señoras, así el dinero llegó, las carencias económicas se fueron a menos, ahora prefería la ropa cara, me compré mi primer auto, me di algunos lujos sin caer en los excesos, porque se dice que si quieres llegar lejos en este oficio, uno de los requisitos es tener buena salud. Mientras tanto, una compañera de Mich le unta aceite en el cuerpo para que cuando salga a brindar su show se vea brillante y definido.

Con el tiempo mejores oportunidades llegaron, comencé a viajar acompañando mujeres a otros estados del país, algunas pagaron con autos mis servicios, otras, grandes cantidades de dinero o cenas en lugares exclusivos; incluso una me regaló un departamento. Esto es de tener contactos, así que empecé a relacionarme con personas del medio artístico, participé en algunas series y telenovelas. Afuera del camerino, los gritos son cada vez más fuertes, el show está en su máximo esplendor, los stripers hacen gala de sus mejores movimientos, ya se han despojado de la ropa y se dedican a satisfacer el ojo de las presentes.

Desafortunadamente en una profesión como la mía hay que cuidarse, el cuerpo y la juventud no duran para siempre, debes pensar en el futuro, además de que en un ambiente como este no estás exento de los vicios, las drogas y el alcohol en la vida nocturna son el pan de cada día y también existe el fantasma de las infecciones de transmisión sexual, esas están a la orden del día. 

En nuestro trabajo no hay espacio para el amor ni para las relaciones serias o a largo plazo, pues uno está siempre en constante movimiento, no puedes detenerte a pensar en ello. No puedes ser fiel, pero si puedes ser leal. Dicen por ahí que primero lo que deja y después lo que apendeja. Espero seguir en este ambiente por muchos años, pues se ha convertido en mi estilo de vida, bailar para las mujeres es lo que más me gusta y lo seguiré haciendo hasta que el cuerpo aguante. 

Entonces llega el turno de Mich para cerrar espectacularmente la noche, unos segundos antes de aparecer en la pasarela toma aire, bebe agua, estrecha las manos de sus compañeros, se pone sus característicos lentes oscuros, se acomoda el moño que trae en el cuello y abandona el camerino con una amplia sonrisa.


Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca.