domingo, 15 de noviembre de 2015

FALDA, MEDIAS Y TACONES

Mariana salió muy temprano de su casa rumbo al trabajo; era una mañana de martes como cualquier otra, nada nuevo, más de lo mismo: gente corriendo por las calles para alcanzar el transporte público, niños apurados para llegar a tiempo a la escuela, el ruido ensordecedor de los motores de los autos y el bullicio común y corriente de una gran ciudad.

Fue hasta que cruzó la esquina y se encontró con el señor de la basura, quien la saludo muy cordial - Buenos días señorita-, cuando ella notó que no sería un día como los demás. Sólo contestó el saludo y siguió su camino.

Al abordar el camión que la llevaría rumbo a la estación del metro más cercano a su domicilio, uno de los pasajeros amablemente se levantó y le ofreció el lugar, un poco extrañada miró a su alrededor y notó que había más mujeres paradas, incluso señoras de la tercera edad, pero a ninguna les habían cedido el lugar; sin darle mucha importancia tomó el asiento, sacó su libro y comenzó con su lectura matutina.

Cuando llegó al metro; antes de descender de la unidad donde viajaba, el chofer le deseo un buen día, solo a ella –Que tenga buen día, señorita-. Ya en el interior de la estación Observatorio, el policía que todos los días cuida el acceso restringido para mujeres y que nunca se había mostrado amable, también la saludó. Mariana comenzó a sospechar que algo pasaba, pero hasta ese momento no sabía qué era. 

Al llegar a su trabajo de nuevo notó algo extraño, algunos de sus compañeros la saludaron de un modo distinto y otros que nunca la saludaban, esta vez lo hicieron; incluso su jefe fue más amable de lo habitual.

Todo era muy raro, Mariana no sabía por qué ese cambio tan repentino en los hombres. Cuando salió del trabajo rumbo a su casa, se percató que las miradas, los saludos y muestras de atención continuaban; para acabar el día uno de los choferes le ofreció el lugar del copiloto, además de invitarla a subir a la unidad antes que las personas que estaban formadas antes que ella.

En ese momento lo entendió y pensó: Una falda corta (más no minifalda), unas medias negras (sin ser transparentes) y unas zapatillas, cambiaron la imagen que los varones, aún sin conocerla, tenían de ella. Al llegar a casa le contó a su esposo la travesía y expuso su enojo. 

Ustedes son muy visuales, les gusta ver a las mujeres, sean solteras o casadas, delgadas o llenitas, para los hombres lo importante es observarlas; caminar, subir y bajar del transporte, sentarse y levantarse. 

Pero lo que no saben es que a nosotras no nos halaga que nos cedan el asiento, o que nos vean el trasero o las piernas, y que nunca le voy a hacer la plática al chofer por dejarme subir antes que los demás.

Aun cuando mi día fue diferente gracias al poder que tiene en los varones una falda, unas medias y unas zapatillas, no voy a dejar de usarlas, me voy a vestir como se me dé la gana, aunque para ellos hoy haya sido una Mariana distinta, tal vez más bonita. Pero mañana mejor me llevo pantalón al trabajo.

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico.




No hay comentarios:

Publicar un comentario