lunes, 6 de junio de 2016

EL ÚLTIMO VIAJE

Pocas veces el transporte público de la Ciudad de México cumple con el servicio al cien por ciento, es común escuchar quejas y quejas sobre lo malo que es, en especial el metro, que es el más usado por cientos de capitalinos a diario.

Hay días como el de hoy en que el retraso no tuvo nada que ver con alguna falla, congestión o algo por el estilo, hoy paso algo diferente. Eran aproximadamente las siete de la mañana, la gente como es costumbre se arremolinaba frente a las puertas del tren en la estación Pantitlán correspondiente a la línea uno en dirección a Observatorio; todo parecía indicar que el trayecto iba a ser como cualquier otro, de pronto dos personas comenzaron a lidiarse a golpes dentro de uno de los carros.

Sin importar que el vagón estuviera llenísimo, los dos hombres se daban golpes a diestra y siniestra, algunos solo al aire sin que impactaran en el adversario, la gente comenzó a gritar, en especial las señoras que habían quedado atrapadas en medio de la trifulca.

Alguien jaló la palanca de seguridad para alertar al personal del metro, quienes “rápidamente” dejaron de tomar su café y corrieron para ver lo que sucedía, todo terminó cuando los policías bajaron a los rijosos y se los llevaron, seguramente ante el juez cívico por alterar el orden. 

Mientras todo esto pasaba el reloj seguía su curso, ya había mucha más gente, pues por la pelea el servicio se retrasó; no alcance lugar así que tuve que viajar de pie, intenté aplicar la técnica chilanga de dormir parado, pero cada que cerraba los ojos el metro frenaba de manera intempestiva, mientras tanto, los afortunados que lograron sentarse dormían plácidamente.

Comencé a sospechar que algo pasaba afuera, pues al detenerse en cada estación el tren tardaba más tiempo en cerrar las puertas, además de que se oía en el radiocomunicador del operador algunas palabras entrecortadas y en clave, en las que hacían referencia a un accidente, intentaba escuchar, pero por más que lo intentaba no lograba entenderlo.

Así pasaron los minutos de estación en estación en algunas se tardaba más que en otras; ya era muy tarde y la mayoría de la gente marcaba a sus trabajos para avisar del retraso en la línea; yo también lo hice, mandé un mensaje y decidí esperar pacientemente a que el servicio se reanudará, en la estación Pino Suárez logré sentarme después de casi 45 minutos de pie, me acomodé en el asiento y alcancé a escuchar el radio del operador, la voz del otro lado, confirmaba la presencia de personal en las vías y exhortaba a los conductores a manejar con precaución. 

Más de uno culpó del retraso en el servicio a los operadores, hasta mentadas de madre se escucharon, llegué a mi trabajo tarde, investigué lo que había sucedido y me enteré por los medios de comunicación, que una persona de aproximadamente 40 años se arrojó a las vías para quitarse la vida, en la fotografía se podía apreciar cómo quedó el cuerpo después de que el metro le pasara por encima. 

En ese momento pensé en todo lo que pasa mientras uno va encerrado en un vagón, los desmayos, las peleas, los empujones, hay quienes hacen tarea, desayunan, se duermen, pero también hay quien toma esa decisión de morir justo ahí, en el transporte más utilizado en la Ciudad de México, la decisión de hacer el último viaje. 

Nos leemos la próxima, recuerden que siempre hay una historia distinta que contar; me despido desde la Capital Azteca. ¿Quieres que cuente tu historia? Escríbeme a mi correo electrónico.

El autor es reportero, cronista, escritor, especialista en lucha libre y aficionado al futbol. elbone089@gmail.com

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